
En el campo, mis abuelos siempre nos daban una cucharadita de miel antes de dormir o cuando sentían que “se venía el resfrío”. En ese entonces, para mí era solo un gesto cariñoso, una costumbre más de la vida rural. Hoy sabemos que esos pequeños rituales no solo fortalecían nuestro sistema inmune, sino que también activaban zonas del cerebro asociadas al bienestar y la seguridad emocional. El dulzor natural de la miel estimula la liberación de serotonina, la “hormona de la felicidad”, lo que explica por qué aún hoy, su sabor nos reconforta y nos transporta a esos recuerdos cálidos y protectores.
Pero .. ¿Por qué tomar miel en invierno?
En los meses fríos, muchas personas buscan fortalecer su sistema inmunológico y aliviar molestias como resfriados o tos. La miel cruda o virgen, que no ha sido pasteurizada ni calentada, conserva sus enzimas naturales, antioxidantes y propiedades antibacterianas —lo que la convierte en una excelente aliada contra infecciones comunes de invierno La vitamina B6 presente contribuye también a estimular la producción de anticuerpos y mejorar tus defensas.
¿Cúal es la mejor forma de consumirla?
Para aprovechar al máximo sus nutrientes, evita añadir la miel a bebidas muy calientes (por encima de ~50 °C), ya que esto reduce su efectividad. Lo ideal es esperar a que la infusión se enfríe un poco antes de agregarla. Una cucharada diaria —aproximadamente 10–12 g— basta para obtener beneficios como alivio de garganta, energía natural y efecto calmante
Una de las combinaciones más efectivas es agua tibia con limón y miel, ideal antes de dormir: ayuda a mejorar la digestión, hidratar las vías respiratorias y preparar un sueño reparador. Otra opción popular es añadir miel a infusiones de tomillo, eucalipto o manzanilla, potenciando su acción expectorante y calmante para la tos o dolor de garganta
En infusiones tibias o té cuando el agua no esté muy caliente, para aprovechar sus beneficios en inmunidad, alivio contra la tos y bienestar emocional.